Orquídea muerta

En un tranquilo jardín, habitaba una hermosa orquídea. Sus pétalos vibrantes y su fragancia embriagadora eran el deleite de todos los que la admiraban. Su colorida belleza atraía a mariposas y abejas, convirtiéndola en el centro de atención.

Pero, a medida que pasaba el tiempo, algo comenzó a cambiar en la orquídea. Sus pétalos empezaron a marchitarse y volverse pálidos. Su graciosa postura se volvió encorvada. La vitalidad que antes poseía, se desvaneció. Era evidente que estaba muriendo.

La orquídea, una vez llena de vida y energía, comenzó a experimentar el efecto devastador del tiempo y las circunstancias adversas. La falta de nutrientes y el descuido humano habían llevado a su triste destino.

 

 

El abandono

La orquídea fue la víctima de la falta de atención y cuidado por parte de sus dueños. Con el tiempo, se olvidaron de regarla, fertilizarla y proporcionarle los cuidados necesarios. La negligencia llevó a su debilitamiento gradual.

En el jardín, donde una vez reinaba la belleza, ahora solo quedaba una triste sombra de lo que alguna vez fue. Las demás plantas, testigos silenciosos de su deterioro, esperaban ansiosas una acción que pudiera salvarla de su inevitable destino.

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